28 November 2005

UN DESPERTAR GRIS


Fotografia: Jacob Sutton



Cuando ella despertó sabía que en realidad no sabia nada de el. Que amarlo de la forma tan locamente enérgica no podía ser aceptada por ningún mortal y que ahora, tratar de comprender todo el amor que ella sentía era imposible porque ni ella podía medir sus propios sentimientos. Esto le generaba una tristeza infinita y le recordaba una vez mas, que todo hombre estaba solo en este mundo, porque el hombre era eso: solo el. Conocía tan fondo sus sentimientos que le parecía ilógico recordar como pierde uno la memoria en la vida, cuando al transcurso del tiempo el ser humano se va olvidando a sí mismo, es decir, va olvidando lo malo que le pasa para no recordar lo bueno que pudo haberle pasado.
Sabía perfectamente que el amor no era una cuestión de dos (Como suelen a veces decirlo algunos) porque ¿Quién podría demostrarle con teoría y exactitud que el amor es capaz de sentirse desde lado externo, o peor aun, que puede ser medido cuando creemos sentirlo?. Ella sabia que el amor propio, en cambio, si podía ser medido, puesto que uno lo siente y uno es capaz de saber hasta donde puede llegar con las emociones porque es de nosotros su divina providencia; por eso le resultaba tonto (en cierto punto) seguir viviendo con la idea ilusa, de que la persona a la que ella amaba, pudiese sentir lo mismo. Entonces cuando ella comenzaba a despertarse de un largo sueño estiró sus manos tan largamente como si en lugar de querer aflojar sus brazos quisiese despojarse de ellos. Sintió entonces un gran alivio en sus entrañas, sus venas eran ligeramente recorridas por la impaciente sangre que le comenzaba a invadir. Era como un cosquilleo. Como si millones de hormigas estuvieran dentro de ella y la estuvieran haciendo agonizar de golpe en ese simple suspiro de relajación. Lo cierto es que ella no tenía ganas de moverse, había echado un vistazo a la mañana y vio que era hermosa. Vio que el transito era bueno y que el día podía prestarse para los paseos o para ir de compras, pero ni el día fue capaz de motivarla a tal grado de hacerla si quiera, levantar sus pies. Sentía en cambio una desesperación explosiva. Sentía ganas de ir hacía algo indefinido, como si su pequeña miseria tuviese la extraña necesidad de perderse en el espacio para pasar desapercibida. Fue en el momento cuando ella respiraba con la nariz en dirección a la ventana, que sintió algo más caótico que su mismo estado. Llevó su mano al pecho y con la otra estrechó las sabanas que la envolvían, justo donde había un espacio como para otra persona. Las removió hasta dejarlas caer y se dio cuenta que lo ella sentía era una ausencia inexplicable. -¿Porqué? ¿Que será esto?-Se preguntaba sabiendo perfectamente que lo que ella anhelaba era su vana presencia. 
Sabía que la mañana engañosamente no podía ser hermosa sin rastro de amor y que esos colores que habían percatado al principio no eran más que un efecto de la visión matutina. Entonces hundió la cabeza en la almohada hasta dejar en ella un molde perfecto de su rostro y se soltó a llorar. Al cabo de horas sus ojos grises mancharon la habitación a oscuras y la mañana que era bella, se volvió tan gris como sus ojos.Ratos después, comprendió parte de su vida: ¿Cómo sería posible que alguien que lo tiene todo por delante estuviese anclado en una cama sin saber a donde ir o sin saber porque sentirse mal?”